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En cada consulta con seguridad quedan muchas dudas e inquietudes, el objetivo de este blog es que los padres no estén en ignorancia respecto a los problemas de salud de sus hijos.

Lejos ha quedado aquella época donde el médico era el único dueño de los conocimientos, la vida actual hace que los padres sean parte del problema y porque no de las soluciones.

A partir del 12 abril de 2014 atención de Av. La Unión N° 34

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Agradeceré mucho sus comentarios y sugerencias

viernes, 30 de mayo de 2014

LOS TERRIBLES DOS AÑOS Acabar con las rabietas en cuatro pasos

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Niños tiranos: ¿mimo demasiado a mi hijo?

En el súper, a la hora de irse del parque, o peor aún, en un avión... parece que los niños tuvieran un olfato especial a la hora de elegir el momento más inoportuno para montar el show. Y si la rabieta es con público, mejor.
Los niños nos ponen a prueba constantemente y nosotros nos desesperamos, pero hay que tener en cuenta que no lo hacen con intención de fastidiarnos. Simplemente, todavía no saben expresarse de otra manera.
De momento, el niño no tiene el lenguaje tan desarrollado como para expresar lo que quiere y tampoco sabe todavía cómo manejar el enfado o la frustración que está sintiendo de forma tan intensa. Entonces, ¿qué hacemos? ¿Esperar hasta los 4 años? Se preguntan muchos padres. Lo cierto es que es a partir de esa edad cuando las rabietas empiezan a formar parte del pasado, pero en el día a día, hay muchas cosas que se pueden hacer para, entre todos, acabar con las dichosas pataletas.

1- Prevenir

Anticiparse a la situación es garantía de éxito. Los padres saben perfectamente cuáles son las situaciones que pueden desencadenar una rabieta. ¿Por qué tentar la suerte? No pasa nada por dar un rodeo para no pasar por delante de la tienda de chuches delante de la cual nuestro pequeño angelito disfruta imitando a la niña del exorcista todas las tardes. Y si nos encontramos con amigos en la calle, no podemos pedirle a un niño de dos años que aguante media hora de conversación.
También hay que tener en cuenta que cuando los niños están cansados, hambrientos o incluso cuando están a punto de ponerse malitos están más irritables y son más propensos a las pataletas.

2- Despistar

A María se le ponen las orejas rojas, Jesús aprieta fuerte los puños, Sandra lloriquea y se mueve inquieta en su silla... Son los signos de alarma que avisan de que el pequeño está a punto de perder el control. En estas situaciones hay que echar mano del improvisador que cada padre lleva dentro para desviar la atención del niño. “¡Mira, vamos a contar cuántos coches rojos pasan!”, le dice Sonia a su hija cuando la niña empieza a agobiarse en el autobús.
Otra opción es anticipar las consecuencias, por ejemplo “como te estás portando tan bien, al terminar te subo en el caballito”. Pero ¡ojo!, tratándose de niños tan pequeños la recompensa tiene que ser pronto y no es conveniente hacerlo siempre, ya que así entendería que solo tiene que portarse bien a cambio de premios.

3- Ignorar

Y llegamos al quid de la cuestión. Hemos seguido a rajatabla los pasos 1 y 2 y, aún así, nos encontramos con una hermosa rabieta entre manos. Al igual que pasa con los adultos, con un niño en pleno ataque de ira no se puede razonar. Lo mejor que podemos hacer es ignorar su comportamiento, no prestarle ninguna atención. ¿Y eso por qué? Pues porque la pataleta es un comportamiento negativo y nuestra atención un premio, por lo tanto no tiene sentido premiarle con atención, aunque sea para regañarle, si lo que queremos es que deje de comportarse así.
  • En casa es muy fácil. Basta con cambiarnos de habitación y seguir a lo nuestro. Seguramente ni tendremos que molestarnos en vigilarlo, ya que es muy probable que nos siga por toda la casa (ya hemos dicho que una rabieta sin público es como un jardín sin flores).
  • En la calle, es otro cantar. Si estamos en una zona sin peligro basta con alejarnos unos metros, no mirarlo o hacer como que hablamos por teléfono. Si se puede hacer daño o intenta golpearnos a nosotros podemos sujetarlo con firmeza.
  • En un restaurante, lo más probable es que tengamos que sacarlo fuera un ratito hasta que se calme y, seguramente, en alguna ocasión habrá que ceder y que se salga con la suya. Esta debe ser la excepción y no la norma, ya que si los niños aprenden que llorando y pataleando al final obtienen lo que quieren, estamos perdidos.

4- Pasar página

Y una vez que haya pasado el chaparrón... a otra cosa. Aunque estemos todavía con el 'mosqueo' del mal rato que nos ha hecho pasar, en el momento en el que deje la rabieta le acogemos y damos por zanjado el tema sin hacer comentarios sobre lo que ha ocurrido.
Ya hemos hablado de qué hacer para reducir su mal comportamiento, pero los padres muchas veces olvidamos premiarles cuando lo hacen bien, con lo cual, los niños sacan la conclusión de que solo les prestan atención cuando se portan mal. En el día hay un montón de oportunidades para decirles lo bien que hacen las cosas: “¡Qué bien está comiendo hoy mi niño!”, “¡me encanta cuando juegas con tu primo sin pelearte!”, “¡cómo me gusta qué me ayudes a regar las plantas!”.
Del mismo modo, dedicarle todos los días un ratito de atención en exclusiva, compartiendo un juego del que él sea protagonista, es la mejor inversión anti-rabietas que podemos hacer.

Alguna cosa más sobre las rabietas

  • Dependen del temperamento del niño. Los que de bebés lloraban mucho y eran difíciles de calmar, pueden tener más rabietas entre los 2 y los 4 años.
  • La actitud de los padres debe ser tranquila y firme. Si durante la rabieta, los niños ven que 'flaqueamos', esta durará más.
  • Si nunca hemos ignorado su comportamiento durante las pataletas, es posible que estas aumenten en intensidad y frecuencia tras empezar a hacerlo, pero seguramente remitirá a los pocos días.
  • Aunque las pataletas parecen eternas, el desgaste físico y emocional de los peques es tan grande que no suelen durar más de media hora y se reducen a 5 o 10 minutos si mantenemos siempre la misma actitud.
  • Es importante que todas las personas que cuidan al peque sigan las mismas normas, que deben ser pocas y muy claras.
Por: Laura Guerrero
Asesorado por: Jesús Jarque García. Orientador psicopedagógico en infantil y primaria.

jueves, 22 de mayo de 2014

ALIMENTACIÓN DEL BEBÉ Paso a paso de la lactancia materna

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El test de la lactancia materna

¿Seré capaz de dar el pecho a mi hijo? La respuesta es un rotundo sí. Y con mayúsculas. De hecho, se trata de una de las prácticas más naturales del ser humano, y prueba de ello es que miles de años de evolución no la han modificado. Sin embargo, no deja de ser algo «nuevo» para la madre primeriza, que además suele estar sobrecargada por decenas de mitos populares y con un listado de rígidas normas a seguir. Eso no pone las cosas fáciles. Para empezar, porque cada madre tendrá que encontrar «su» fórmula para dar lo mejor a ese bebé que tiene entre sus brazos. ¿La recomendación más práctica? Dejar los agobios a un lado y confiar en la naturaleza.

Paso a paso de la lactancia materna

La primera toma: si se coloca al bebé sobre el pecho de su madre nada más nacer, él solo irá buscando su «ración» (desde el primer minuto de vida ya pueden succionar). Pero habrá que dejarle su tiempo: dejar que huela a mamá, que vaya buscando el pezón... Ellos nacen preparados para mamar, así que lo más importante es dejarles hacer. Si la piel de la madre y la del bebé están en contacto directo y ambos están tranquilos, resultará más sencillo.
La subida de la leche: suele ocurrir a partir de las 48 horas posteriores al parto, y consiste en la transformación del calostro (el primer alimento del bebé, con muchas defensas y proteínas) en otra leche, menos espesa y de color más blanquecino (también con proteínas, vitaminas y minerales, pero más abundante en grasas y carbohidratos que el calostro). La subida de la leche puede conllevar un aumento del tamaño del pecho en algunas madres. Si no ha habido una succión activa del bebé, puede retrasarse.
El estímulo: no es necesario preparar el pecho para que dé leche ni durante el embarazo ni después. Si has sido madre, ya está preparado. Sin embargo, sí puedes estimularlo para producir más cantidad. ¿Cómo? Poniendo al bebé al pecho. Con su succión, estará estimulando el pecho para que produzca más alimento.
Cuándo ponerle al pecho: tu hijo llorará cuando tenga hambre, pero se puede evitar llegar a eso. Poco a poco, empezarás a identificar las llamadas «señales tempranas de hambre». Verás que, cuando quiere comer, busca el pecho de quien lo coge, saca la lengua, si alguien le pone un dedo junto a su mejilla intenta chuparlo... Sin embargo, durante los primeros días puede resultar difícil advertir esas señales, así que lo mejor es ponerle con frecuencia al pecho, tanto de día como durante la noche. Si tiene hambre, intentará comer, y si no, seguro que le gustará ser acurrucado por mamá. Cada recién nacido determina cuántas tomas necesita al día: pueden ser 8, 12, 16...

¿Hay una postura perfecta?

Hay libros que identifican posturas «ideales»: boca arriba, recostada en la cama, como cuando nos sentamos en el sofá y ponemos los pies encima de la mesa; de lado; sentadas, con la espalda ligeramente hacia atrás... Pero lo cierto es que cada madre tiene un tamaño de pecho diferente, y su hijo puede adaptarse a él de distintas formas. La postura perfecta es aquella en la que la madre está cómoda y el bebé también.
Solamente sigue estas tres recomendaciones:
  • La cabeza del pequeño tiene que estar más bien inclinada hacia atrás. Incluso a nosotros, los adultos, nos resulta muy difícil tragar si la inclinamos hacia delante (haz la prueba bebiendo un vaso de agua).
  • También puede favorecer el enganche que no lleves ninguna prenda sobre el pecho, para que elrecién nacido esté en contacto directo con tu cuerpo, con su barbilla y su nariz apoyadas en tu seno. Si tienes dificultades, prueba a cogerlo sin la manta con la que sueles sujetarlo y mira si el cojín de lactancia hace que el bebé esté separado de ti (puede servirte para apoyar los antebrazos, pero procura que no se interponga entre su boca y tu pecho).
  • Dejar que se mueva y busque por sí mismo, olvidándote de talleres, reglas, consejos... Cuanto menos pienses en ello, más fácil te resultará.
Por: Lola Teixido. Asesoras: Juana María Aguilar, coordinadora de lactancia materna del Hospital 12 de octubre y Consultora Internacional en Lactancia Materna; y Concha de Alba Romero, médico del Servicio de Neonatología del Hospital 12 de octubre y Consultora de lactancia por UNICEF.

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El test de la lactancia materna