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En cada consulta con seguridad quedan muchas dudas e inquietudes, el objetivo de este blog es que los padres no estén en ignorancia respecto a los problemas de salud de sus hijos.

Lejos ha quedado aquella época donde el médico era el único dueño de los conocimientos, la vida actual hace que los padres sean parte del problema y porque no de las soluciones.

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miércoles, 28 de agosto de 2013

Mi hijo tiene un amigo imaginario

El amigo imaginario puede ser el osito o la muñeca, pero también personajes completamente invisibles que, sin embargo, tienen nombre propio, personalidad y rasgos físicos definidos y, algunos, hasta manías. Pueden pretender incluso ocupar un lugar en la mesa y hasta en la cama.

Es algo normal

Es lógico que algunos padres se sorprendan e inquieten al encontrar a su hijo enfrascado en una animada charla con su amigo imaginario o soltándole la misma regañina que le han echado a él un rato antes.
Pero no tiene nada de anormal: muchos niños los tienen. Y en realidad, distinguen bastante bien el carácter imaginario de estos personajes. Aunque insistan en su existencia real, en el fondo saben que son producto de su fantasía.

¿Qué hay que hacer?

  • No hay que ridiculizar al niño ni decirle que miente, sino ser tolerantes y respetuosos.
  • Se puede entrar un poco en el juego, pero sin llevarlo demasiado lejos: no es necesario hacer sentir al niño que nos engaña. En el fondo él sabe que está jugando a «como si» ese amigo existiese. Así, establecemos una complicidad y le permitimos que desarrolle el saludable ejercicio de entrar y salir de la fantasía.

¿Para qué sirven?

Estos amigos imaginarios cumplen diversas funciones:
  • Están «los que lo pueden todo»: son como un héroe o un hermano mayor que les saca de apuros.
  • Otro tipo es «el que paga el pato» por haber saqueado el tarro de mermelada o esquilado al gato.
  • Por su parte, «el hijo adoptivo» se lleva los sermones que el niño ha recibido antes de papá y mamá.
  • También está el llamado «amigo fiel»: su misión es dar compañía. Este último suele darse con más frecuencia en hijos únicos o niños sin hermanos próximos en edad.
Autor: Luciano Montero, psicólogo.

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